«Ch, el ilusionista»

Ch, el ilusionista”‘

por algo nunca quiso ser policía, pero estaba seguro que si se pagara un poco más a los integrantes de esa profesión, muchos atrevidos verdaderos encontrarían pasión en conducir el coche e ir detrás del verdadero asesino en una persecución por París, o Roma, como en algunas películas que recordaba de Taxi Driverconduciendo el coche a la máxima velocidad y controlando cada una de las pequeñas variaciones del volante e intentando no atropellar a nadie, yendo detrás de esa persona que tanto mal generaba, ese delincuente peligroso, conduciendo el vehiculo como siempre había visto en esas películas que le llevaron a comprobar que en su vida cotidiana debía empezar a ejercitar su cuerpo para estar al lado de la agente rubia que tanto le gustaba, esa actriz espectacular del  reparto, en cada momento habría quienes se jugarían la vida teniendo ese gran sueldo detrás y segregando una alta dosis de adrenalina, esa sensación que muchos de ellos perseguían desde pequeños, a veces lo que eres tu, la profesión te persigue desde pequeño, a Loise le perseguía otro sueño, ser escritor y entregarse en ello, si un policía lo sentía de verdad iría tras esa persona que hiere a la sociedad, y sabría que se merecería ser bien recompensado por conseguir su objetivo, eso sería para lo que él habría centrado sus energías, disfrutaría con esa incertidumbre constante y en asegurarse de que era ese y no otro a quien debería arrestar.

Cuando empezó a visualizar esas películas que tanto le inspiraron a escoger esa profesión tan espectacular y llena de pasión, ser escritor, porque a veces el escritor de hoy en día tiene que escapar de las injusticias y a veces puede tener una vida de película, porque toda persona diferente e inconmensurable es tratada con diferencia, y en ocasiones incluso puede ser discriminada y llevar a que se centren miradas en él, no es alguien con una vida común generalmente un escritor…¿Quién es común en la vida? Se preguntaba Loise…

Muchas veces las personas distintas generan estigma, no son comunes, no son normales, pueden tener dosis de locura.

Loise solo pensaba en el transcurso del tiempo, como esos contratos en empleos ante los cuales su madre le ponía nervioso, porque ella quería alguien común, alguien que cumpliese con los cánones de la vida, tardó en saber lo que quería y en poder combinar un contrato «normal», con unas horas de escritura, su sueño, pero tuvo de correr mucho Loise detrás de la vida para que no se le escabullese y pasase por delante de él sin darse cuenta y se la brindasen, aquellos, que le miraban con recelo.

Él siempre intentaba escaparse y buscaba esas emociones fuertes, de vértigo, alejándose de la oclusión de ideas de quienes le querían imponer un papel, mientras ella, su madre le observaba día y noche, no encontrando ese niño al que cuidó durante unos años, en unos días en que la escasa relación en ese hogar entre padres e hijos tenía nula repercusión en la felicidad de Loise, que seguía andando, y teniendo esas experiencias de vértigo que día y noche buscaba representar con esas películas, que también en parte eran propias de su vida diaria, porque cada día, pese a no ser agradable, debía escapar de la presencia de individuos que no tenían la misma manera de ser que él, sabían que era distinto, tal vez no conduciría un coche Loise a 180km/h, no intentaría prejuzgar a algunos como sospechosos, él no quería prejuzgar a nadie, no era nadie para prejuzgar. Eso si Loise cada día conducía ese Nissan Silvia plateado por esas calles a toda velocidad, corría sin ser polícia, sin querer buscar esa emoción, simplemente se había acostumbrado en su vida a sentir la velocidad de lo que le envovía, por hechos que se alejaban de lo que él pensó que sería la vida como escritor. Cada pequeño giro del volante era primordial, él veía los actores de las películas y observaba esos que hacían esas persecuciones con admiración, todos ellos llevaban vidas repletas de adrenalina.

Loise, mientras, al llegar a su casa, tras el trabajo, tras empaparse de esa velocidad, se sumergía en esos cigarros y quemaba dosis de humareda, mientras pensaba en que relato escribir, en cual sería la siguiente página, él nunca perseguiría a nadie corriendo por una calle principal de Barcelona, o de Paris, pero corría cada día, porque quería vivir la vida con frenesí, sus páginas eran repletas de emociones, como emocionantes habían sido las páginas anteriores de su vida. Eso es la metáfora de la vida, no era trepidante la vida de Loise, pero le gustaba compartir esas películas con otros compañeros a los 28 años, fumando esos cigarros de los que él se quería desprender, los empezó a fumar para escapar de malos momentos, no tanto por la imagen que diese como intentaban vender en algunos de esos films, pero le llevaban aun buenos recuerdos de etapas de ligue. Pero él en ese momento no conseguía abatir ese vicio que quería abatir  pero no conseguía dejar atrás , un vicio que no era nada que se pudiese llevar a medias, era un blanco o negro, como las películas en esos dos colores, o como la vida de tantos, que se debatía entre esos dos polos opuestos. El humo del tabaco era su debilidad. Lo que le dotaba de realidad eran esas paginas, la escritura. La culpa, la causa de no poder abandonarlo no era en esa época del tabaco quizás, era de esas sustancias que debían llevar esos cigarros que causaba la perpetuidad de esas drogas diarias y que suponía que fuese tan difícil alejarse de él.

A veces se planteaba preguntas de nula respuesta, en días tristes, como ¿Quien se puede fiar del hombre?

Pocas personas confiaban en la gran mayoría de personas, sí en un cincuenta por ciento o tal vez más, entre los otros debían estar esos delincuentes, Loise, más que el tabaco, apreciaba esas películas, montaba en esas motos de sus camaradas y percibía la velocidad, pero sobretodo esperaba el sábado para ir a una de esas discotecas tan reales donde el erotismo tomaba color, y más bien digamos esas tardes que devenían de desenfreno, esas tardes eran vida a los 19 años, y también esas dosis de cierta locura sin espejo, donde las chicas jóvenes eran practicas y no presumían en exceso, querían alguien que las adulase con palabras que pareciesen poemas y más para sus coquetos oídos.

Muchas personas a esa edad buscaban aventuras, más tarde ya se definían con su manera de ser, Loise estaba justo en ese momento de duda.

La carrera de escritor para Loise, era algo extraña, era más bien una lucha diaria por la supervivencia, siendo el mejor, una dosis de escapar de quienes estaban aburridos, pero era muy necesarias para él esas horas para combinarlas con su empleo algo monótono, a él eso le llenaba de su adrenalina, cuando veía a esos policías de película que pocas veces se equivocaban en muchos films o esas modelos que llevaban locos a esos chicos apuestos, pensaba que las películas estaban alejadas de la realidad, tanto las modelos como los policías de esas películas eran personas que necesitaban ese frenesí en sus vidas, porque sin esos films sus vidas no eran lo que habían soñado, más bien eran vidas aburridas, y eran unos pocos privilegiados los que llegaban a ser actores y actrices y a llenar de frenesí sus vidas, haciendo esos papeles tan sorprendentes que les gustaba tanto hacer.

Loise siempre tuvo que circular a velocidades altas de decisión y de riesgo, nunca fue amante de los coches ni las motos en realidad, pero tampoco fue clásico en la adolescencia, eso si a edades anteriores apreciaba esos cigarros que él empezó a fumar a los 14 años, tal vez por eso en ese momento le era tan difícil desprenderse de ellos.

Loise vivió hasta los 17 años en esa población, recorriendo en los últimos tres o cuatro esa población de lado a lado con esas motos, con esos colegas que también fumaban y con quienes se divertían en esos locales con las chicas que eran su pasión, como todo escritor era romántico, no lo podía esconder, se mudaron de ese hogar a los 17 años.

Hasta entonces cada día en ese instituto cogía el coche de algún camarada y tomaba decisiones a cada instante, como donde depositar más o menos energía, no pensando en ese concepto, si no decidiendo y cambiando de marcha, hasta encontrar la marcha soñada en esas tardes de erotismo y desenfreno, donde pudo dejar en varias ocasiones su marca, era de los más rápidos en ironía, y nunca acostumbraba a decir su nombre

Pero los tiempos habían cambiado, de hecho ese oasis duró dos o tres años en la vida de Loise, en esos momentos transcurría en esa población con cigarros y viendo películas como le exigía la vida, y buscando ese punto original, porque tenia una personalidad muy propia.

La vida le había obligado a correr pero él no era Van Damme, ni mucho menos, ni Super Man, o Spiderman…la escritura le hacía ser mucho más real, eso sí, la normalidad era otra cosa…por eso fue mirado con extrañeza, y en algunas ocasiones se acostumbró a hacer papeles que no iban con su personalidad, incluso algunas veces se creyó ese rol, suerte tenía del papel que hacía como escritor, aunque tardó en dar los primeros frutos.

Mientras seguía viendo esas escenas con persecuciones increíbles por algunas calles de grandes ciudades, sin decirlo muy alto esas películas lo dotaban de destellos extraordinarios.

También lo hacían esos videojuegos eso de dotarlo de vidas excepcionales, hasta que se cansó de ellas.

Loise siendo escritor no conocía cuanto había podido cambiar el mundo en 2018 desde unos pocos años atrás, ni como querían romper esos relojes de arena y todos los relojes que marcaban fechas, pensando que el tiempo no transcurría, cuando algunos precisamente lo hacían transcurrir demasiado rápido, y más para el gusto de esas  personas que requerían su tiempo, como Loise, quién se colgaba cada día su propia medalla según sus méritos, no necesitaba correr más.

Estaba orgulloso Loise, entre cigarros que le llevaban algunos recuerdos, y pese a su desagradable tos, de progresar en esa carrera de su novela particular, una novela que no dejaría indiferente a nadie.

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